Como ya os habíamos contado aquí, en nuestro paso por Vietnam visitamos las montañas de Sapa y nos fuimos a conocer a la familia de Chú. El paseo hasta su aldea fue bastante duro, pero valió la pena; es sin duda el mejor recuerdo que tenemos de nuestro viaje.
La casa de Chú y su familia es de madera y está rodeada de arrozales.
Está llena de niños y de animales; no tiene sofá, ni juguetes tirados por todas partes, ni lámparas, ni alfombras, ni agua corriente, aunque sí tiene electricidad, televisión y video.
En la estancia más oscura de la casa está situado el hogar en el que Chú nos preparó, en menos de media hora, una comida riquísima a base de arroz, tallarines, tofu, huevos y una verdura cocida que no pudimos entender lo que era.
Dispusieron la pequeña mesa en la habitación central de la casa, la misma en la que Chú parió a sus cinco hijos con la ayuda de su marido.
Y allí sentados, rodeados de gatos, tierra y vete tú a saber cuántas cosas, piensas: "Llevo una semana en Vietnam y no me he cogido una diarrea. Éste va a ser el día." Hasta que haces un ejercicio mental y decides que la diarrea te atacará cuando llegues al hotel, así que a disfrutar del momento, de la familia y de la experiencia. Además, en cuanto el marido de Chú nos sirvió un vasito de "happy water" nos dimos cuenta de que tanta cantidad de alcohol por mililitro mataría cualquier bicho intestinal que quisiera arruinarnos el viaje.
Algunos os preguntaréis qué fue lo que comió Éire. Arroz. Simple y llanamente. Eso sí, tres o cuatro cucharaditas; era mucho más interesante jugar con los otros niños. Y eso no se puede negar.
Y hasta aquí nuestra comida en las montañas de Sapa. En la próxima entrada os contamos cómo se lo pasó Éire y qué palabras españolas enseñó a sus nuevos amigos vietnamitas.
Que tengáis un feliz jueves.







¡Vaya experiencia! Esto es lo que hace que viajar sea tan enriquecedor. Enhorabuena por vivir algo tan bonito, que viendo las fotos emociona.
ResponderEliminarGracias Loli. La verdad es hemos aprendido muchísimo. Y la experiencia de irnos con alguien desconocido a su casa y encontrarnos con una manera tan distinta de vivir a la nuestra ha sido, como decimos en el post, lo mejor del viaje.
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